“Ano 37, guerra civil
Alexandre de Fisterra inventa o futbolín.”
Así cantan los Diplomáticos de Monte Alto la
aparición del primer simulador de fútbol de la Historia. Justo antes de
exiliarse, el republicano Alexandre de Fisterra había inventado el futbolín
para aliviar el dolor de cientos de niños mutilados por la contienda civil, que
hallaron en sus muñecos de madera lo más parecido a aquel simple pero
irrepetible recuerdo de los tiempos de paz. Ya no podían golpear un balón, pero
otros lo hacían por ellos.
Tres cuartos de siglo después, muchos jóvenes siguen
instalados en la ficción balompédica. Pero no lo hacen por necesidad, sino por
vicio. Los videojuegos de fútbol atrapan cada día a millones de jugadores… y no
todos son frikis solitarios. Y es que al igual que el futbolín, el FIFA ha
traspasado los públicos y los objetivos para los que fue creado hasta
convertirse en un verdadero hecho social. El responsable es un sistema de
partidas online que permite jugar por internet contra desconocidos de todo el
mundo. Con él ha nacido un nuevo fenómeno en red a nivel global que -como
todos- ofrece grandes posibilidades, pero no está exento de problemas. Algunos
ya lo han bautizado: es el “virus FIFA”.
El “virus
FIFA” se ha convertido en una verdadera pandemia mundial. Desde la
incorporación del modo online en la versión de 2007, el simulador ha alcanzado
nuevos públicos y ha fidelizado los tradicionales para consolidarse como el líder
en su categoría. Los efectos de la popularización del nuevo modo de juego en
red ya empiezan a ser apreciables y se traducen en un mayor tiempo de consumo,
con sus correspondientes consecuencias sociales. De hecho, en países como el
Reino Unido ya se están empezando a notar los problemas causados por la adicción
al FIFA online, reflejados en algunas estadísticas que nos permiten entender la
magnitud del fenómeno. Así, una reciente encuesta realizada entre los
británicos desvela que el 12% de las parejas de ese país han roto su relación conyugal como consecuencia de la adicción al FIFA de una de las partes, que en
la mitad de los casos no se arrepentía de lo sucedido.
En España
todavía no existen datos que permitan cuantificar la penetración social del
simulador de EA Sports. Sin embargo, sí es posible conocer sus efectos a través
de los propios jugadores. Uno de ellos, S.B.G., nos recibe en su habitación de una residencia universitaria de la zona alta de Barcelona. Se trata de un chico
aparentemente normal, que acaba de cumplir los 18 años y cursa con éxito sus
estudios de INEF. Apenas juega unas cinco horas a la semana, pues considera que
“hay cosas más importantes en la vida que el FIFA”. Pero no todos los jugadores
son como él.
S. reconoce
que algunas de las personas de su entorno ya están sufriendo procesos de
adicción, que sitúa en el umbral de las tres o cuatro horas diarias de juego.
Probablemente nuestro protagonista se encuentre en una fase embrionaria de su
propio camino hacia la dependencia, pues apenas lleva dos años jugando, por lo
que le quedarían cinco para que éste se desenvolviera en su totalidad. Y es que
el tiempo medio de desarrollo de la adicción a los juegos online se sitúa en
los siete años en los hombres y en los dos en las mujeres, según la psicóloga
Susana Jiménez.
Jiménez dirige
la Unidad de Juego Patológico del Hospital de Bellvitge -la más importante de
Cataluña en la investigación, prevención y tratamiento de este tipo de
enfermedades-, que ha experimentado un aumento del 13% en las consultas por
adicción a los juegos en red durante el último año. Sin embargo, la mayoría de
las mismas están vinculadas a unas apuestas deportivas que copan la mayoría del
negocio online, donde los juegos de simulación apenas representan un 4% del
total. El propio S.B.G se afana en desligar ambos aspectos y puntualiza que él
nunca ha apostado por internet, pues no lo considera ético. Pero lo cierto es que ya existen torneos de FIFA con dinero real en juego y jugadores profesionales que se intentan ganar la vida con ellos.
Además, los
estudios que se han hecho sobre las adicciones en línea no distinguen entre las
que comportan un valor monetario y las que no, por lo que sus conclusiones, aun
centrándose en las apuestas deportivas, están siendo aplicadas a ambos casos.
Una de las últimas investigaciones, publicada por la prestigiosa revista Journal of Gambling Studies, dibuja un
nuevo perfil de jugador en el que nuestro protagonista encaja a la perfección.
Ya no se trataría del arquetípico hombre solitario de avanzada edad y baja
extracción social, sino de un joven universitario de alto poder adquisitivo. Es
evidente que la popularización de los simuladores online como el FIFA ha
influido en este cambio, que cierne sobre nuestros universitarios el riesgo de
la ludopatía.
Para evitarlo,
Jiménez demanda “una labor preventiva”, de un modo semejante a la que se
realiza con otras adicciones. Pero lo cierto es que desde las administraciones
públicas apenas se han llevado a cabo algunas iniciativas aisladas como “Juega
Responsable”, cuya inconcreción explica la falta de resultados cuantificables.
Pero frente a esta desidia política, la investigación científica sí avanza a
pasos agigantados. Y lo hace, curiosamente, a través de los propios
videojuegos, gracias a un simulador terapéutico que permite practicar el autocontrol a la hora de tomar decisiones. Se trata de una herramienta
desarrollada por científicos de seis países europeos que ya está siendo
utilizada con éxito en la unidad dirigida por Jiménez, aunque su empleo no es
más que un complemento de la terapia fundamental, que en la mayoría de los
casos pasa por una eliminación total de las actividades relacionadas con el
juego.
Joven, universitario y de elevado poder adquisitivo. S.B.G. es el ejemplo perfecto de jugador online. / M.F.L. |
Pero, ¿cómo un pequeño vicio al FIFA se puede llegar a convertir en adicción hasta el extremo de necesitar terapias como ésta para curarla? S.B.G. lo tiene muy claro. Para él, la propia dinámica del simulador favorece la dependencia. La explicación se encuentra en los nuevos modos de juego que se han incorporado a las partidas online, pues van mucho más allá del simple hecho de echar una partida contra un aficionado del otro extremo del globo. Sin duda el más adictivo de estos modos es el llamado ultimate team, en el que se tiene que ir configurando un equipo mediante la compra de los cromos de los diferentes jugadores, que solo es posible si se acumula el dinero ficticio suficiente. Éste se consigue jugando partidos, de manera que cuantos más encuentros online se disputen más competitivo será el equipo, en un bucle que lleva a muchos a la adicción. “Solo puedes conseguir buenos equipos y ser bueno si juegas mucho”, afirma S., para quien ése es el rasgo principal de un jugador enganchado. Es decir, que si eres muy competitivo es porque te has convertido en un adicto.
Pero no todo
el “Virus FIFA” es tan negativo. Si la afición por el juego es canalizada adecuadamente
puede tener consecuencias sociales muy provechosas. Así, S. nos enseña
orgulloso la camiseta de FIFA 13 que le regalaron cuando acudió con sus amigos
a un torneo a principios de año. “Gracias al FIFA me he unido más con ellos”,
afirma satisfecho. Y es que en esta vida todo -incluso el FIFA- puede ser bueno
en su justa medida. Excepto para las parejas británicas, claro.
Un reportaje de
Àlex Massagué Costi
Marcos Fernández Lema
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